-Hace casi seis meses que no nos vemos en condiciones.
No debí darle jamás aquellas copias del portal. Me detuve en seco y me quedé allí mirándola.
-¿Qué haces aquí?- pregunté sin poder disimular mi asombro. Estaba viva, increíblemente viva.
-Vine a visitarte, ¿No te alegras de verme?
-Dame esas llaves ahora mismo.
Ella sonrió y sacó de su bolsillo un par de llavez plateadas unidas a una argolla. Las sostuvo un rato y me las tendió.
-Cógelas, son tuyas- dijo mientras seguía sonriendo y mostrando esos dientes malvados.
Me removí un poco en mi incómodo abrigo de invierno, la última venda era insoportable, y me obligaba a tener el brazo pegado al cuerpo en todo momento. Me ponía muy nervioso sentirme invalido aún. Extendí mi brazo izquierdo, cogí las llaves y me las lleve al bolsillo.
-¿Vas a volver pronto al frente?- preguntó con desprecio, ya no sonreía.
-En cuanto se cure mi brazo.
Fuera comenzaron a sonar sirenas y detonaciones. Los disparos lejanos eran algo a lo que uno se termina acostumbrando, hasta el punto de que no se da más cuenta de ellos.
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