sábado, 6 de octubre de 2012

Muertos de Amor, 1848




Los verdaderos revolucionarios, los muertos de hambre de la historia, siempre han querido trasladar el mundo que llevan en sus corazones hasta el mundo real. Un mundo que el enemigo llama utopía, y por el que la dignidad insurrecta se levanta y cae cada día.

La utopía de los muertos, las utopías de la pasión desenfrenada.

La mujer que descansa inerte en el centro de la acuarela, será para mí el único amor platónico, mi único amor de pigmento y agua.

Los muertos de amor, y este grupo en concreto, descansarán para siempre sobre los adoquines de su barricada. Aún cuando de ellos no quede ni el polvo de sus huesos, permanecerán en la memoria pictórica del capitán de artillería Ernest Meissonier.

Un año después venderá esta obra a Delacroix, pintor de las obras heroicas de la Libertad guiando al pueblo, mientras que la Libertad esta ahora descansando inerte sobre los adoquines de La Barricada, durmiendo apacible con la utopía tirada y desparramada por el suelo, manchada de polvo y salpicada de sangre.

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