El vacío lo inundó todo de golpe,
con el silencio y el apoyo infame,
del mal sueño y la inquietud.
Aterrizó de nuevo
en mis olvidados aeropuertos,
recordándome lo idiota
de mis esfuerzos,
y la inutilidad de la insistencia
del antes y el ahora.
Tras un duro paréntesis
de realidad y verdad en el ambiente,
alimentando anhelos inútiles,
inútiles, incluso,
de haber triunfado
en las batallas, que nunca
supe controlar.
Engañado con las migajas de siempre,
algo que podría hacer bien
y que nunca pudo ser.
Con la distancia primaria de los años de dos vidas sufridas y desfasadas, alejadas, por ciento de aires y tierras diferentes y por cientos de kilómetros inabarcables.
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