domingo, 28 de abril de 2013

Ve y muéstrales

La siguiente cita que Martínez tenía con Colão era en una cafetería que daba a la Plaza del Comercio, y por supuesto que invitaró Colão, afirma Martínez, ya que él, con su sueldo de empleado no podía permitirse semejante lujo.
La cuestión es que, mientras iba para allá, como no tenía prisa, se sentó en un parque, cuenta, con el único fin de hacer tiempo. Vio entonces pasar por allí a un par de vagamundos, que le transportaron directamente a una conversación que tuvo en un parque parecido, apenas un par de días antes de conocerla. Conoció a un vagamundo que se le acercó libremente para contarle su vida a cambio de un par de cervezas, como está mandado. El señor decía no recordar su nombre, pero el de su abuela, palla casada con un gitano de Berna si que la recordaba, siendo este María Dolores Rodríguez. El mendigo afirmó entonces que sus abuelos marcharon cuando eran jóvenes a Marruecos, ya que sostiene que Marruecos, en aquella época era la panacea. Montaron entonces una boyante fábrica de caravanas que iba viento en popa hasta que hubo problemas con Francia, y desmantelaron el chiringuito y se mudaron de nuevo a Berna.
Afirma el mendigo sin nombre (Patricio, según contaría su compañero algo más tarde) que pasó sus veinticinco primeros años en Berna, y que después le soltaron en paracaídas sobre Madrid, para acabar finalmente allí, o al menos aquello contó a Martínez, que escuchaba con un sincero interés.
Patricio cambió entonces de tema y se puso a hablar de los saltos estratosféricos, de 40 kilómetros cielo abajo. Martínez, tras escuchar la minuciosa explicación sobre los diferentes cálculos que había que hacer para realizar tal salto (peso, velocidad, fricción, ...), le preguntó si era físico. No solo físico, contestó Patricio, soy también biólogo y geólogo, pero ahora soy artista, y hago mosaicos, que son dibujos con diferentes piedras, explicó. Mostró a Martínez una fotografía suya, antigua, en la que aparecía con bastante mejor aspecto, con un mono de albañil y posando junto a un mosaico de colores varios.
Terminó su historia diciendo que tenía diez y seis oficios y que hablaba ocho idiomas, pero que en aquel tiempo vivía en ese parque, que era su casa y le gustaba más que los albergues. Este es mi salón, afirmaba mientras señalaba con la mano las diferentes partes del parque.
Martínez no pudo menos que salir corriendo a la tienda más cercana y comprarle dos litros de cerveza a Patricio, sostiene, ya que aquel relato se lo merecía.
Que sea verdad o mentira es otra cosa, le explicó más tarde a Colão en el café de la Plaza del Comercio.
Seguramente la mayoría de las cosas que te contó fueran mentira, Martínez, que ingenuo eres... No, Colão, te equivocas, ya sé que seguramente muchas de las cosas que dijo fueran mentiras sin más, pero lo cierto es que prefiero creerlas todas, ya que en cualquier caso, fue una historia extraordinaria.


FOTO: Nacho Gallello Bonino
NOTA: El de la foto es Patricio, vive en el parque de San Francisco en Salamanca, suele encontrarse junto con otros indigentes y demás "miserables" de nuestro tiempo (alcoholicos, drogadictos, sin-techo o gente a la que la vida y la sociedad dio la espalda simplemente), demonizados por una sociedad que ni siquiera se ha parado a mirarles a los ojos. Me dijo con ironía que fuera y contara la historia de estos criminales. Todo, absolutamente, me lo contó esta misma tarde, que lo creáis o no, depende de vosotros.

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