Los primeros meses que había pasado fuera habían sido como un olvido paulatino, lento, diluyendo poco a poco lo que echaba de menos. Se le fueron desgastando los recuerdos, y la memoria se descompuso poco a poco.
Al principio, él escribía y ella respondía. La bienvenida del extranjero, de lo extraño, fue seca y confusa. Poco a poco, las correspondencias se fueron espaciando. El extranjero se fue haciendo un amante más manejable.
Para él, el recuerdo y la memoria se convirtieron en un exilio estático y silencioso.
Con el tiempo, las nuevas cartas pasaron a ser más sorpresivas y menos esperadas, como telegramas convertidos directamente en acuses de recibo, o informes de oficina con algún matiz oculto o imaginado.
Se volvieron selectivos y caprichosos. Y él terminó por recordar cosas concretas de ella, algún café esporádico, y quizás alguna mirada o abrazo que, con el tiempo, tuvo que reconstruir con más esfuerzo. Ella, por su parte, fue sepultando los restos de ellos poco a poco, kilómetro a kilómetro.
Se abandonaron y no volvieron a escribir, se dejaron fluir, sin dejar de desear que la derrota les obligara a volver sobre sus pasos en algún momento.
"Puedes ver arder
la carretera bajo tus pies
con tal de regresar"
Quique González
Merveilleux!
ResponderEliminarY mi Quique...
"Dónde iremos a parar
calculando el vértigo
de los sueños que quedaron detenidos"
Porque al final todos caminamos en círculos...
ResponderEliminarUn placer leerte.