lunes, 20 de abril de 2015

X (I)

Una noche ella le anunció que volvería al día siguiente.

Los primeros meses que había pasado fuera habían sido como un olvido paulatino, lento, diluyendo poco a poco lo que echaba de menos. Se le fueron desgastando los recuerdos, y la memoria se descompuso poco a poco.

Al principio, él escribía y ella respondía. La bienvenida del extranjero, de lo extraño, fue seca y confusa. Poco a poco, las correspondencias se fueron espaciando. El extranjero se fue haciendo un amante más manejable.

Para él, el recuerdo y la memoria se convirtieron en un exilio estático y silencioso.

Con el tiempo, las nuevas cartas pasaron a ser más sorpresivas y menos esperadas, como telegramas convertidos directamente en acuses de recibo, o informes de oficina con algún matiz oculto o imaginado.

Se volvieron selectivos y caprichosos. Y él terminó por recordar cosas concretas de ella, algún café esporádico, y quizás alguna mirada o abrazo que, con el tiempo, tuvo que reconstruir con más esfuerzo. Ella, por su parte, fue sepultando los restos de ellos poco a poco, kilómetro a kilómetro.    

Se abandonaron y no volvieron a escribir, se dejaron fluir, sin dejar de desear que la derrota les obligara a volver sobre sus pasos en algún momento.





"Puedes ver arder
la carretera bajo tus pies
con tal de regresar" 

Quique González


2 comentarios:

  1. Merveilleux!

    Y mi Quique...

    "Dónde iremos a parar
    calculando el vértigo
    de los sueños que quedaron detenidos"

    ResponderEliminar
  2. Porque al final todos caminamos en círculos...
    Un placer leerte.

    ResponderEliminar