Salieron a cantarse las verdades. Masticaron silencio entre el humo del cigarro hasta que empezó.
-Ambos sabemos que no voy a negociar una solución
escalonada. A la memoria no le puedo poner un límite, no haré ni una sola concesión
al olvido. Sé tan bien como tú que no te vas a ir nunca, porque las raíces que
has echado llegan demasiado lejos. Nací para encontrarte, y el antídoto no es
más que una dosis moderada del mismo veneno… Quizás no me expliqué, o
seguramente no fui del todo franco contigo. Y esta resaca, que arrastro desde
hace años, ha ido rellenando mis ojeras con quimeras que no quiero reconocer
como tales. Muchas veces en estos últimos
años me he dicho “déjalo, ya pasó”, “aquella fue otra vida”… Pero no es verdad,
no era otra vida, era ésta. Es ésta. Te aviso que podría reconocer la
derrota, pero me queda mucho aliento para continuar desesperándome. Podría
decirte que lo siento, pero aun cuando mi defensa fuera cerrada y angustiosa
seguiría sintiendo que tengo que ser la ofensiva. Admito mi responsabilidad, sabiendo de
antemano que los dos vamos sobrados de culpa. No te fuiste y no voy a dejarte
ir y tú, a fin de cuentas, no me vas a pedir que te olvide.
Ella escucha con atención mientras el cigarro que tiene
entre los dedos se consume. El humo se dibuja entre ambos.
-Supongo que te mereces una explicación… Hace ya tiempo que
nos conocimos. Creo, incluso, que fui yo la primera que se aproximó, aunque
poco importa eso…
Calla un momento y mira los restos de ceniza que han caído
de la colilla muerta del cigarro, esparciendo cenizas frías entres sus dedos.
-Fuimos como una crecida, fuimos aumentando poco a poco y
cuando menos lo esperábamos, todo fue arrasado. Después traté de ocultarte, de
ocultarme. Dejé de pensarte, dejé de hablar de ti. Yo sí deserté, aun cuando
reconocía todas las señales que el recuerdo y la memoria me mandaban, con tu
color y tu rastro. Es indiscutible que yo tampoco puse límites a la memoria, y
ahora estoy aquí, después de recorrer miles de kilómetros con el invierno
pisándome los talones. He desorganizado los planes y desdibujado el
programa. He conservado todas las cartas y los negativos, y aunque el papel se
ha avejentado, no consigo librarme del magnetismo que guarda. Por eso estoy
aquí, porque noto que esto se acaba, y si vuelvo al invierno, quiero que sea en
comando y no como un lobo solitario.
Muy muy bueno
ResponderEliminarEmocionante historia
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