El rastro se esfumaba entre la espuma de las olas, entre las luces de ciudad.
Se detuvo en la orilla, junto a los restos de naves que
decían haberla visto a pocos
kilómetros de la costa.
Un marinero contaba que una vez la vio al pie de los acantilados.
Otros que dibuja los arrecifes con las manos.
Otros que dibuja los arrecifes con las manos.
La hallarás donde el agua raja el horizonte, donde la
memoria es el futuro.
Pero el horizonte no era más que un canto de sirena, acero que
atrapa el tiempo.
Estará donde baile el viento con la utopía de su
pelo.
"Consciente de esa circunstancia,
en muchas ocasiones emprendo largos viajes;
pero apenas me desplazo unos milímetros
hacia los destinos más remotos,
la nostalgia me muerde las entrañas,
y regreso a mi posición primera
alegre y triste a un tiempo [...]"
Ángel González
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