martes, 6 de agosto de 2013

Sin querer queriendo

Para ti ¿Cuál es el sentimiento más importante, amigo? preguntó Martínez mientras miraba a Colao remover los posos del té en su vaso. Es una pregunta algo difícil si tenemos en cuenta que llevamos algún tiempo sin hablar, respondió Colao meneando tímidamente la cabeza ¿Anda todo bien?

Los dos guardaron un pequeño silencio mientras que Colao apretaba los labios y Martínez terminaba el cigarro que llevaba preparando un rato. Quizás, empezó Colao, el sentimiento más bonito sea sentirse querido y saber que se quiere a alguien, la complicidad, dicen... Vamos avanzando pero, cortó Martínez, ¿Ese sentimiento lo deberías ir buscando o cómo? Parecía que Martínez quería llegar a algún lugar con todo aquello, aunque ni siquiera Martínez, sostiene él mismo, supiera bien a dónde. Lo ideal, avanzó Colao tímidamente, imagino que sería buscarlo de un modo u otro, tratando de encontrar "la chispa"... Nada más hablar, al propio Colao aquellas palabras le habían sonado como un eco desfigurado, como si hubiera ido construyendo su argumento con un latón muy malo, artificial. Hubo entonces otro pequeño silencio mientras que Martínez daba una calada larga y pausada a su cigarro. Habló un par de segundos después de haber soltado todo el humo, como si se hubieran ido algunos de sus nervios o fantasmas, y comenzó a hablar más tranquilamente, como si hubiera entendido él mismo alguna que otra cosa, sostiene.
Yo estuve pensando, amigo, en las dos últimas mujeres que pasaron por mi vida, de las que creo que ya te hablé... dijo dibujando una sonrisa pícara mientras Colao asentía con pesadumbre y un poco de reproche. Tan cercanas y tan distintas, sentenció. La cuestión es, prosiguió Martínez, la cuestión es que no bastaba con querer.
A una la quería de un modo dañino, porque se puede querer bien y querer mal, sostiene. Aquella no me reportó nada bueno, pero a Ella, sin embargo, la quería de otro modo. A la primera la buscaba, trataba y hacía por verla, tratando de hacer de nuestros encuentros algo parecido a una obra de teatro fortuito, y todo esto cuando ya me andaba cruzando con la última por los mismos pasillos y calles comunes, hasta que un día doblamos la misma esquina y nos chocamos de golpe, sin esperarlo.
Bueno, pero a las dos las quisiste, objetó Colao intuyendo por donde iba su amigo. Sí, respondió cortante y breve, pero a fin de cuentas el querer es algo que se va fraguando en la sombra, en la clandestinidad de uno mismo casi, bajo las mesas de las terrazas, en alguna mirada fortuita o algún casual bienaventurado, como una especie de submundo donde se van tejiendo las historias del mundo.
¿Qué diferencia hay entonces? Preguntó Colao, ya algo impaciente.
Pues que, amigo, puedes querer y anhelar, sufrir, suplicar, arrodillarte, pedir, rastrear y tratar de encontrar razones para que las cosas pasen hasta debajo de las piedras, pero así no encontraras el verbo que queremos, que es querer a fin de cuentas.
¿Entonces? Colao se encontraba ya completamente perdido, y guardó silencio esperando la sentencia de su amigo.
El secreto, creo yo, está en que te desborde, que explotes de pronto y se desparramen todos tus sentimientos, empapándote a ti y a todos los almanaques que andan colgados de tus paredes.

Entonces Martínez hizo la última pausa del encuentro, para prensar con ternura algunos de los recuerdos que tenía guardados en el cigarro que acababa de liar.

En que al principio no lo pienses mucho, por no fantasear, por omisión o por lo que sea. Y que de pronto, por azar o destino (lo que tú quieras, Colao) sientas, y sin querer, quieras.



Desde que duermes junto a mí,
mi dormitorio da
de frente a mar abierto.- Desde que duermes junto a mi- Marwan