domingo, 20 de noviembre de 2011

RED VELVET

Hay días de esos en los que uno se levanta con ganas de no decir absolutamente nada de provecho en los que las comas y los puntos no son mas que cosas que pasan demasiado rápido como para asimilar el lugar donde deben estar colocados

Uno simplemente se pone a escribir sin nada que decir

mientras por la cabeza
se le cruzan miles de pensamientos inconexos y con proyecciones mil como si estallaran mil guerras al según y con todas las armas se fueran construyendo historias de alocado dramatismo y sangriento amor

son días de esos como en los que empiezas a pensar
que que mas dará todo si nada importa mas que lo que mas
quieras pensar en el instante previo al colapso mental

Con miles de fascistoides imponiendo hoy su criterio yo me río entonces de todos ellos mostrando los dientes al cielo y mi cara al césped sin más preocupación que el por qué de tanta locura impertérrita y común entre los hombres y mujeres de este mundo

con las ganas de escribir cualquier cosa sin sentido que adquiera su propio fin y camino a partir de las ganas de no decir absolutamente nada

por que te odiare y te querré tanto mientras los cientos de miles de millones de billones de terabytes que forman todas las estrellas se entrelazan como si fueran amigos o partes de un mismo parecer común

Sentados aquí y allá
en escaleras parisinas
o en adoquines portugueses me gusta quedar mirando las luces de las farolas mientras que me enciego con mis historias de mil locuras sobre el pavimento y a medio camino entre algún lugar y un punto de origen que aún estoy intentando concretar


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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Niveles de alarma

Quizás es mejor no tratar de pararse ante el carro de combate. Quizás sea mejor permanecer impasible a la espera de la mejor ocasión.

Se debe entender que parchear no es curar, y me parece a mí que lo podemos entender fácilmente si miramos un poco hacia atrás. Nunca lo pensamos, pero hace ya tiempo que se decretó en esta situación el estado de emergencia. Nos aprestamos a intentar solucionar las cosas, pero está claro que llegamos tarde, y en este caso "todos los recursos" eran tres palabras completamente insuficientes.

Nos miramos los dos en su día prometiéndonos viajes, aventuras y felicidades. Sin embargo, ya pasado ese momento, asistimos al derrumbe de nuestro castillo de sillarejo sobre bases de naipes. Nos aferramos a nuestros ideales, los que teníamos antes de nosotros, con el miedo, quizás o no, a que si avanzáramos demasiado, las cosas pudieran llegar a funcionar.

Cuando se cimenta una idea vital la hacemos crecer, construimos un ideal propio, un sueño, un proyecto, una carrera hacia el fin que nos encumbre de alguna manera en nuestro propio sueño. Sin embargo, hay veces que cimentamos una idea equivocada, errónea, y de tanto que hemos estado construyendo sobre ella, decidimos seguir ascendiendo sin escucharnos lo que nos decimos.

Será cobardía, resignación o pasotismo, pero ahora solo queda ruido de hélices. El Estado de emergencia ha sido sustituido por la evacuación desordenada, con sus desertores de Saigón y su DEFCON 2 por misiles que podrían dispararse sin que nadie lo quisiera, desde lanzaderas que jamás pensamos que nos apuntarían sin ningún tipo de miramiento.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Intenté detener la hemorragia hundiendo más el cuchillo

Nos pusimos a andar rumbo al cine tratando de empezar una conversación, pero lo que en otro tiempo era simple y fácil, era ya algo muy difícil. Se adivinaba en cada pregunta la respuesta monosilábica que venía a continuación. Yo sentía irremediablemente que la estaba perdiendo sin poder hacer nada para evitarlo mientras trataba desesperado de mantener la situación actuando con una normalidad fingida. Pero no había nada que hacer, mi afán por hacerla feliz y por quererla hacía imposible el derribo en el que los dos éramos juez y parte. La sentía alejarse cada vez más, con cada palabra y cada frase, cada tentativa de conversación y cada recuerdo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

El mundo es grande

Me quedé un rato allí, disfrutando del momento y mirándonos fijamente, en silencio, disfrutando del tranquilo deleite de contemplar el pasado desde un taburete de bar, teniendo el lujo de poder mirar una fotografía como si se tratara de una ventana que me mostrara todo el camino que habíamos recorrido en aquel viaje mitad de locura y mitad etílico. Levanté mi vaso y brinde solo, fijándome en cómo se apoyaba hacía ya más de veinte años el Muerto cuando no era el Muerto.