Las mareas me preguntan.
Me abraza el viento,
Dice que viene de tocarte,
que ha mecido unos cabellos
sueltos en tus sienes.
Me devuelve lo que puede.
Se disculpa, es menos
de lo que le había pedido.
Dura el día, y
no soy capaz de escuchar
mis pasos que se esparcen
sobre andenes y letanías.
Me dice mi mañana
que no es diferente
ayer de hoy.
La Noche, que sonreías
como nunca.
Eran sueños de ayer,
en un lugar distante,
con olor a playa
y a tormenta que llega.
"Toda mi vida en Ruinas ante mis ojos, y caí en la cuenta de que hagas lo que hagas, al final va a resultar una perdida de tiempo, asi que tampoco importa demasiado si te vuelves loco" Jack Keoruac.
viernes, 22 de septiembre de 2017
miércoles, 7 de junio de 2017
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03:13 a.m.
Entro en un supermercado buscando algo de comer. Son extraordinarios. A esta hora, los supermercados 24h lucen como un páramo inhóspito. Las estanterías aún están medio vacías, y una suerte de Legión menguada de reponedores, que cuestionan su suerte con los ojos, deambula de un lado para otro.
Aún me acuerdo del humo, atravesado de luz, que salía a primera hora de la mañana de un cenicero que coronaba una de las papeleras de Madrid. Un humo denso, solitario, de un cigarrillo industrial mal apagado que me saludaba desde la otra orilla de un paso de peatones.
Una cajera con ojeras, pensamientos lejanos y una luz de fluorescente que quema la piel y embrutece los ojos, me cobra un sandwich plastificado.
El estanquero me negó los sellos hace meses.
Te desescribo.
Comidas preparadas.
Ya no sé escribirte.
El whisky me arde, latido en vena.
Entro en un supermercado buscando algo de comer. Son extraordinarios. A esta hora, los supermercados 24h lucen como un páramo inhóspito. Las estanterías aún están medio vacías, y una suerte de Legión menguada de reponedores, que cuestionan su suerte con los ojos, deambula de un lado para otro.
Aún me acuerdo del humo, atravesado de luz, que salía a primera hora de la mañana de un cenicero que coronaba una de las papeleras de Madrid. Un humo denso, solitario, de un cigarrillo industrial mal apagado que me saludaba desde la otra orilla de un paso de peatones.
Una cajera con ojeras, pensamientos lejanos y una luz de fluorescente que quema la piel y embrutece los ojos, me cobra un sandwich plastificado.
El estanquero me negó los sellos hace meses.
Te desescribo.
Comidas preparadas.
Ya no sé escribirte.
El whisky me arde, latido en vena.
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