domingo, 3 de junio de 2012

escanear2831

Me acuerdo perfectamente de esta foto. Me acuerdo a pesar de que era apenas un niño, y se supone que de esas edades recuerdas lo básico.
Ni siquiera recuerdo la época del año, ni la estación ni el día ni el mes. Nada.
Recuerdo la lluvia, no sé bien si durante o justo después de la cena. Recuerdo el porche, y todos pegados a la pared (como se aprecia), encendiendo y tirando cohetes, bombas de estruendo, bengalas, ... No recuerdo qué se festejaba, ni muchísimo menos si era importante o no.
Recuerdo que tenía la sensación de que el mundo se acababa ahí, justo al borde del porche, en una noche tan oscura que no dejaba ver más allá.
Todos desprevenidos, riendo, saludando otros con la V, cuadrados, distraídos, malhumorados, ... Todos alegres.
Hay momentos, como es el caso, en los cuales una fotografía vieja y antigua, quemada por la luz del flash, te pueden devolver a días tan apacibles como aquel. En medio de la noche lluviosa, tirando petardos y bombas de estruendo contra la noche oscura. Noches que te alegras de recordar, pero que te entristecen al pensar que forman parte del pasado, de una fotografía vieja y quemada, con los compañeros de la Patria Sur, del mundo al revés y el guantazo de realidad.
Pero, sin embargo, la vida no tendría sentido sin la fotografía. No tendría sentido olvidarse de la noche oscura, de las bombas de estruendo, de la lluvia, ... Y de alguna manera me regocijo al sentirme reconocido en esa foto, junto con toda la gente querida y añorada.
No tendría ningún sentido vivir y perder el recuerdo de aquel día, aquella época pasada en la que todos los recuerdos parecen bailar y saltar de una foto a otra.

No tendría ningún sentido si no fuera por la noche con los compañeros de la Patria Sur, los amigos que, pase lo que pase, saludan con la V de Victoria.

Llanto heleno

Se reedita en Alemania Mi Lucha,
mientras el heleno suspira,
al rugir de mil estómagos.

Rompen huchas por el comer precario,
los miles de salarios,
que se cansan nada más nacer.

Sube el vino,
los desgastes de zapatos,
de este arrabal ingrato
sin tintes al renacer.

Llora, llora,
niño heleno,
que entre mil días de penar,
quizás,
encontrarás la nana explosiva
que frene y amanse tu existencia,
renegando, por fin,
de la paciencia,
de los mil kilómetros de sal.