lunes, 30 de diciembre de 2013

Balances anuales

"Cuántos años ya"

-Bueno, supongo que los hay mejores y peores.
-Sí, pero qué es mejor y peor- replicó Martínez.
-Menudo eres- dijo Colão mientras sacaba un cigarrillo-. Llevamos ya unos meses sin vernos y ya vienes con tus preguntas de siempre.
-¿Fumas?
-Ahora sí-contesto cortante.
Siguieron caminando mientras esquivaban y se cruzaban con una legión de atareados padres, abuelos, primos y nietos que apuraban los últimos días para comprar los ansiados regalos.
-Hay gente que en un año entero espera a hacer su equilibrio del bien y el mal según qué cosas han recibido- siguió Martínez.
-¿Te refieres a los regalos?
-Más o menos.
-Bueno, esto es como todo, dar y recibir, la gente es feliz así.
-Pero no llegan a pensar más allá de lo que ocultará el papel- Entraron la cafetería de siempre, y se sentaron-, me refiero a que al fin y al cabo la mayoría no piensa qué han aprendido, a pesar de que lo hagan toda la vida nosotros inclusive, a nuestra edad.
Pidieron un café con leche cada uno, Colão con el azucarillo típico y Martínez con el azucarillo de siempre, el de más. En la cafetería había, al fondo, un par de estudiantes, él moreno, ella rubia, no excesivamente altos, no excesivamente guapos para el canon, aunque el canon nunca les importó demasiado a los mortales.
-Mira, fíjate en aquellos dos- le indico Martínez a su amigo con un movimiento de cabeza.
-Sí, qué pasa, son jóvenes como tu y yo lo fuimos.
-Sí pero fíjate bien, los dos se sonríen y no dejan de hacer el imbécil...
-Te repito que nosotros fuimos igual.
Se quedaron mirando a la pareja un rato. andaban los dos haciéndose carantoñas, bobadas y echándose unas miradas de infarto, un beso fugaz de vez en cuando, y de a ratos otros más largos y lentos. Se levantaban juntos para ir a la barra a pedir otra caña, el camarero se las daba y les regalaba a la vez una mueca pilla, como si ya los conociera de sobra. Ella se levantará a por servilletas, no sea que los vasos de las cañas goteen, y él después irá al baño. Cuando ella se levanta y le da la espalda, él se sonríe y la mira con ternura ir y venir, suspirando por cada paso que da, regocijándose en ese momento íntimo de contemplación. Cuando ella ya ha vuelto, él se levanta y va al baño, y no repara como se le clavan dos ojos en cada paso, desde los talones a la cabeza, y ella, a su vez, aprovechando el momento, se sonríe y sonroja, mitad por la cerveza mitad por el querer que brota de sus ojitos. Cuando él vuelve, los dos se quedan con sus secretas ojeadas, sin contarlo más que con las pupilas.
Martínez y su amigo se vuelven a mirar y se descubren el uno al otro sonriendo como idiotas.
-¿Qué te parece, amigo?- pregunta Martínez.
-Pues qué me va a parecer, me alegran... pero dime ¿Qué tiene esto que ver con los años y los regalos y el papel y todo eso que me decías antes?
-Pues no mucho, aunque esos dos me recuerdan a un año que aprendí mucho.
-Cuándo...
-No lo recuerdo bien, ya hace tiempo. Pero me acuerdo que fue un año de infarto, lo recuerdo como el año que empezó mal, con el desengaño por bandera, agrio y frío como todos los Eneros- hizo aquí una pausa-. Pero después se fue volcando, se inclinó y con la primavera ya floreciendo a raudales todo fue cambiando, trabajé, estudié... Y sobre todo, aprendí, eso es lo que debería recontar todo el mundo el día 31. Aquel año aprendí a ser paciente, a regar ilusiones, a cortar con los desengaños, a viajar sin miedos. Y me enseñaron Colão, me enseñaron el valor de un beso, de una mirada, de los amigos, del tiempo, de la música que la gente guarda en sus corazones, que la vida se banca bien si uno se empeña a ello. Me enseñaron y aprendí de la manera más contundente el valor del reproche y el valor del perdón, así como que para el segundo se precisa de mucho más que para el primero

. A querer, amar y cuidar todas las cosas buenas.
-Bueno, querer y amar es lo mismo, creo...
-No Colão, uno puede querer muchas cosas, más y menos, pero amar, amar solo se aman unas pocas. Querer implica siempre algo de posesión, algo de ego y de recelo. Pero amar, amigo mio, amar es algo bien distinto, es más simple si cabe, amar deriva de amor, y querer de querer. Para querer solo se necesita a uno mismo, pero para amar se precisan de dos corazones.
Aquel año Martínez aprendió que llegó al anden a tiempo, ni antes ni después, si no cuando los trenes paraban, y también, entre otras muchas cosas bellas, dice Martínez que aprendió a hablar con las pupilas.



martes, 6 de agosto de 2013

Sin querer queriendo

Para ti ¿Cuál es el sentimiento más importante, amigo? preguntó Martínez mientras miraba a Colao remover los posos del té en su vaso. Es una pregunta algo difícil si tenemos en cuenta que llevamos algún tiempo sin hablar, respondió Colao meneando tímidamente la cabeza ¿Anda todo bien?

Los dos guardaron un pequeño silencio mientras que Colao apretaba los labios y Martínez terminaba el cigarro que llevaba preparando un rato. Quizás, empezó Colao, el sentimiento más bonito sea sentirse querido y saber que se quiere a alguien, la complicidad, dicen... Vamos avanzando pero, cortó Martínez, ¿Ese sentimiento lo deberías ir buscando o cómo? Parecía que Martínez quería llegar a algún lugar con todo aquello, aunque ni siquiera Martínez, sostiene él mismo, supiera bien a dónde. Lo ideal, avanzó Colao tímidamente, imagino que sería buscarlo de un modo u otro, tratando de encontrar "la chispa"... Nada más hablar, al propio Colao aquellas palabras le habían sonado como un eco desfigurado, como si hubiera ido construyendo su argumento con un latón muy malo, artificial. Hubo entonces otro pequeño silencio mientras que Martínez daba una calada larga y pausada a su cigarro. Habló un par de segundos después de haber soltado todo el humo, como si se hubieran ido algunos de sus nervios o fantasmas, y comenzó a hablar más tranquilamente, como si hubiera entendido él mismo alguna que otra cosa, sostiene.
Yo estuve pensando, amigo, en las dos últimas mujeres que pasaron por mi vida, de las que creo que ya te hablé... dijo dibujando una sonrisa pícara mientras Colao asentía con pesadumbre y un poco de reproche. Tan cercanas y tan distintas, sentenció. La cuestión es, prosiguió Martínez, la cuestión es que no bastaba con querer.
A una la quería de un modo dañino, porque se puede querer bien y querer mal, sostiene. Aquella no me reportó nada bueno, pero a Ella, sin embargo, la quería de otro modo. A la primera la buscaba, trataba y hacía por verla, tratando de hacer de nuestros encuentros algo parecido a una obra de teatro fortuito, y todo esto cuando ya me andaba cruzando con la última por los mismos pasillos y calles comunes, hasta que un día doblamos la misma esquina y nos chocamos de golpe, sin esperarlo.
Bueno, pero a las dos las quisiste, objetó Colao intuyendo por donde iba su amigo. Sí, respondió cortante y breve, pero a fin de cuentas el querer es algo que se va fraguando en la sombra, en la clandestinidad de uno mismo casi, bajo las mesas de las terrazas, en alguna mirada fortuita o algún casual bienaventurado, como una especie de submundo donde se van tejiendo las historias del mundo.
¿Qué diferencia hay entonces? Preguntó Colao, ya algo impaciente.
Pues que, amigo, puedes querer y anhelar, sufrir, suplicar, arrodillarte, pedir, rastrear y tratar de encontrar razones para que las cosas pasen hasta debajo de las piedras, pero así no encontraras el verbo que queremos, que es querer a fin de cuentas.
¿Entonces? Colao se encontraba ya completamente perdido, y guardó silencio esperando la sentencia de su amigo.
El secreto, creo yo, está en que te desborde, que explotes de pronto y se desparramen todos tus sentimientos, empapándote a ti y a todos los almanaques que andan colgados de tus paredes.

Entonces Martínez hizo la última pausa del encuentro, para prensar con ternura algunos de los recuerdos que tenía guardados en el cigarro que acababa de liar.

En que al principio no lo pienses mucho, por no fantasear, por omisión o por lo que sea. Y que de pronto, por azar o destino (lo que tú quieras, Colao) sientas, y sin querer, quieras.



Desde que duermes junto a mí,
mi dormitorio da
de frente a mar abierto.- Desde que duermes junto a mi- Marwan



martes, 4 de junio de 2013

Prensar el recuerdo

Martínez prensó bien el cigarrillo, como le gustaba, y tras pensarlo un poco lo encendió. Fumaba solo de vez en cuando, mucho menos que antes, y una marca muy concreta. Sea cual sea la marca, no deberías fumar mucho, replicaba Colão mientras dejaba los dos vasos con cerveza que acababa de pedir sobre la mesa.
La suya era una boca rica, amigo ¿Era esa su marca de cigarrillos? Insistía Colão en el tabaco mientras sonreía y comprobaba que su amigo hacía caso omiso a sus consejos clínicos. Era genial, sostiene y continúa Martínez, una boquita como pocas.
¿Entonces su boca es lo que más te gustaba? Martínez cuenta entonces que se quedó pensativo mientras pensaba en la pregunta de su amigo. Comenzó a explicarse varias veces sin éxito, pero poco a poco fue dando con las palabras que andaba buscando a tientas.
Era una especie de respiro, como un suspiro penoso, que dejaba las penas fuera, desterradas. Me dejaba secuestrar por su piel, continúa contando, como si los días, que pasaban como horas de lectura, corrieran sin dar señales de ello, encadenados.
¿Ella era música?Sí, responde Colão, pero lo cierto es que tardó en mostrarla a través de un instrumento, y es que su música, amigo, la llevaba con ella a todas partes, con sus gestos y su manera de tocar y sentir, allá donde iba sus melodías le asomaban por todas partes y las iba contagiando a las esquinas y terrazas.Sostiene Martínez que la música le salía por los ojos hasta en la forma de mirar, hasta en la intensidad de su sexo.
Martínez decía que cuando dormía junto a ella, en la curva de su cintura o abandonado a su vientre, de cuando en cuando se escondía en los bastidores de sus ojos cerrados, para besarla y verla sonreír con los párpados echados como persianas, sin saber que él la andaba mirando furtiva y directamente, que viene a ser lo mismo.
Vuelve Martínez al tema del correr del tiempo y las horas, y de como iba dibujando en su espalda las redes del futuro.
Pero de pronto corta su descripción y se queda mirando pensativo el cigarro que tiene entre los dedos, como si hubiera contado más de lo que hubiera deseado.
¿Estás bien, amigo? pregunta Colão.
Martínez le volvió a mirar de nuevo, y entonces prosiguió suavemente mientras sonreía. Juntos vivíamos el doble, como ganándole el tiempo al día.
Y sí, esta es su marca de tabaco.


lunes, 29 de abril de 2013

Recordar

Cuenta Martínez que no puede evitar acordarse de ellas, los recuerdos a fin de cuentas son como la sangre, se mueven aunque uno no lo sepa, y quizás sean igual de importantes, piensa.
Creo que exageras, Martínez, repetía una y otra vez Colão, no hay recuerdos invencibles que sean inmunes al olvido, parecía convencido de ello además. pero a ver, Colão, replicaba Martínez, un recuerdo no hace daño. La memoria es una de las armas más poderosas que podemos tener las personas, nos debería ayudar a reponernos y a mejorar, razona, su recuerdo, el de ella, es genial, me da hasta un poco de fuerza, comida del corazón... Pero bueno, de verdad, eso es casi obsesivo, Colão no era capaz de entender a su amigo. Sencillamente no. A ver, no es posible que un recuerdo te siente bien, acabar por darle vueltas una y otra vez, y al final te desquician la mente, insistía Colão. Martínez sonrió entonces, sostiene, ya que acababa de entender el problema de su colega. Ya entiendo, tu problema es que recuerdas con la cabeza, eso es malo, a un recuerdo no le corresponde la sesera, eso es de locos. ¿Tú entonces con qué recuerdas, con el pie derecho? No, respondió ahora serio Martínez, que a veces se irritaba con las burlas de su amigo.
Los recuerdos no corresponden ni al pie, ni a la cabeza ni al ojo, amigo. Los recuerdos pertenecen y son asunto exclusivo del corazón. ¡Vamos! Que bobadas dices, Martínez. Razonar algo así contigo es como enseñar a contar a un burro, como se nota que eres de ciencias Colão. Oye, perdona, que yo he leído mucho... Continuaron hablando y hablando, saltando de un tema a otro hasta que finalmente Martínez decidió salir de la consulta, ya que estaba muy cansado aquel día, cuenta. Pero antes de salir se detuvo un momento un momento, cogió un papel, ya que el siempre lleva encima papel y lápiz, sostiene, garabateó algunas palabras en el papel y lo dejó en la conserjería para cuando su amigo se fuera.
Cuando Colão llegó a su casa, preparó una comida ligera y se tumbó un rato en el sofá, para recordar con algo de tranquilidad y mesura, de ese modo que no hace daño.
Justo antes de que Martínez se tumbara en el sofá, Colão desplegó el papel que le habían entregado en conserjería, y con una mueca entre la alegría y la tristeza entendió parcialmente a su amigo mientars negaba levemente con la cabeza. Ay, Martínez, menos mal que sigues teniendo todos estos pájaros en la cabeza, pensó, y se marcho a comer.

"Recordar, del latín re- volver y cordis, corazón. Recordar es volver a pasar por el corazón, amigo, deja la cabeza a un lado que de estos temas no vale
mucho."

Foto: Nacho Gallello Bonino

domingo, 28 de abril de 2013

Ve y muéstrales

La siguiente cita que Martínez tenía con Colão era en una cafetería que daba a la Plaza del Comercio, y por supuesto que invitaró Colão, afirma Martínez, ya que él, con su sueldo de empleado no podía permitirse semejante lujo.
La cuestión es que, mientras iba para allá, como no tenía prisa, se sentó en un parque, cuenta, con el único fin de hacer tiempo. Vio entonces pasar por allí a un par de vagamundos, que le transportaron directamente a una conversación que tuvo en un parque parecido, apenas un par de días antes de conocerla. Conoció a un vagamundo que se le acercó libremente para contarle su vida a cambio de un par de cervezas, como está mandado. El señor decía no recordar su nombre, pero el de su abuela, palla casada con un gitano de Berna si que la recordaba, siendo este María Dolores Rodríguez. El mendigo afirmó entonces que sus abuelos marcharon cuando eran jóvenes a Marruecos, ya que sostiene que Marruecos, en aquella época era la panacea. Montaron entonces una boyante fábrica de caravanas que iba viento en popa hasta que hubo problemas con Francia, y desmantelaron el chiringuito y se mudaron de nuevo a Berna.
Afirma el mendigo sin nombre (Patricio, según contaría su compañero algo más tarde) que pasó sus veinticinco primeros años en Berna, y que después le soltaron en paracaídas sobre Madrid, para acabar finalmente allí, o al menos aquello contó a Martínez, que escuchaba con un sincero interés.
Patricio cambió entonces de tema y se puso a hablar de los saltos estratosféricos, de 40 kilómetros cielo abajo. Martínez, tras escuchar la minuciosa explicación sobre los diferentes cálculos que había que hacer para realizar tal salto (peso, velocidad, fricción, ...), le preguntó si era físico. No solo físico, contestó Patricio, soy también biólogo y geólogo, pero ahora soy artista, y hago mosaicos, que son dibujos con diferentes piedras, explicó. Mostró a Martínez una fotografía suya, antigua, en la que aparecía con bastante mejor aspecto, con un mono de albañil y posando junto a un mosaico de colores varios.
Terminó su historia diciendo que tenía diez y seis oficios y que hablaba ocho idiomas, pero que en aquel tiempo vivía en ese parque, que era su casa y le gustaba más que los albergues. Este es mi salón, afirmaba mientras señalaba con la mano las diferentes partes del parque.
Martínez no pudo menos que salir corriendo a la tienda más cercana y comprarle dos litros de cerveza a Patricio, sostiene, ya que aquel relato se lo merecía.
Que sea verdad o mentira es otra cosa, le explicó más tarde a Colão en el café de la Plaza del Comercio.
Seguramente la mayoría de las cosas que te contó fueran mentira, Martínez, que ingenuo eres... No, Colão, te equivocas, ya sé que seguramente muchas de las cosas que dijo fueran mentiras sin más, pero lo cierto es que prefiero creerlas todas, ya que en cualquier caso, fue una historia extraordinaria.


FOTO: Nacho Gallello Bonino
NOTA: El de la foto es Patricio, vive en el parque de San Francisco en Salamanca, suele encontrarse junto con otros indigentes y demás "miserables" de nuestro tiempo (alcoholicos, drogadictos, sin-techo o gente a la que la vida y la sociedad dio la espalda simplemente), demonizados por una sociedad que ni siquiera se ha parado a mirarles a los ojos. Me dijo con ironía que fuera y contara la historia de estos criminales. Todo, absolutamente, me lo contó esta misma tarde, que lo creáis o no, depende de vosotros.

viernes, 26 de abril de 2013

Sostiene Martínez



Martínez empezó entonces a contar poco a poco la historia que vivió con ella.
La conoció un septiembre, o al menos parece que la vio por primera vez, dice que no recuerda muy bien el momento exacto en que la vio. En aquel momento se encontraba leyendo Sostiene Pereira, de Tabucchi, con un vientillo fresco que venía anunciando el otoño, y que a Martínez le encanta, sostiene.
Le quedaban apenas 15 páginas para terminar la historia de Pereira, amargo personaje. Martínez admite con un tonillo con algo de complicidad que aquel día llamó al trabajo para notificar un falso dolor de cabeza que no le dejaría cumplir con su dura labor de taquillero en el cine, aunque no recuerda bien si seguía trabajando en el cine, o si ya le habían respondido de la librería. La cuestión es, que al final me voy por las ramas, sigue contando, que aquella mañana, después de llamar, cogió un puñado de escudos y salió de casa. Y se fue directo al mirador de Santa Catalina, compró un litro de cerveza, y se sentó a mirar como pasaba la gente y el Tajo. Recuerda bien que tuvo que volver a casa, porque el litro de cerveza se derramó y tuvo que buscar algo más de dinero.
Fue cuando volvió que la vio, aunque solo le había llamado la atención su abrigo azul marino, ya que se encontraba mirando hacia el Tajo, en el límite del mirador, por lo que Martínez no pudo verla de frente aún.
Pero a ver, Martínez, interrumpe Colao, entonces ¿Por qué te fijaste en ella y no en cualquier otra?
Pues es que eso, amigo, no se puede definir así como así. Hay gente, personas, que suelen definir sus cánones, sus gustos, sus "preferencias", unos prejuicios vaya. A unos les gustan las rubias, a otros las morenas, y así sucesivamente hasta el infinito. A mí me gustan las mujeres que pasan y te despiertan algo, te encienden por dentro, que con una mirada parecen haberte disparado directamente al pecho, y después todo va creciendo por pura inercia.
Por eso te digo, Colao, que no es cuestión de cabellos, pieles o tamaños varios. Es cuestión de que vengan y de golpe revuelvan con sus ojos todo tu statu quo. Es cuestión de que te renueve por dentro, de que te mate, y no.
Al menos eso pienso yo, Sostiene.

[continuará]

domingo, 21 de abril de 2013

Éramos, pretérito imperfecto

Martinez entro en la consulta de su amigo Colão. Se dieron los buenos días y se sentaron frente a frente.
Martínez decía que no sabía cuál era el primer recuerdo de ella que quería rememorar. Confesó quedamente que había estado pensándolo mucho tiempo, pero que no había sido capaz de decidirse.
Entonces será que no la querías tanto, dijo Colão al tiempo que Martínez daba un respingo, como si aquellas palabras, sin duda pronunciadas sin maldad, hubieran rechinado en su cabeza. Pero inmediatamente Martínez se repuso y sonrió levemente, una de esas sonrisas irreprimibles, con su origen en la tristeza, una sonrisa piadosa con el que la dibuja.
No, no entendiste, amigo. Pues entonces explícamelo bien, pidió el doctor sin perder la paciencia. Martínez se quitó entonces el sombrero. Verás Colão, no es fácil pensar en ella, diseccionando como pretendemos los detalles en episodios, soy capaz y lo voy a hacer, ya que va tocando hacer ese dichoso inventario del que estuvimos hablando.
Martínez se paró entonces un momento, vacilante acerca de qué palabras encajaban mejor para construir la siguiente frase. Siempre que alguien sacaba el tema, fuera quién fuera, al principio siempre callaba, como reservando unos segundos para saborear en la boca todo lo que de ella iba a pronunciar.
¿Estás bien? preguntó Colão, advirtiendo en los ojos de su amigo el reflejo del pasado, que viene a asomarse.
Antes de ponerme a recordar, a construir los episodios de esta historia, me gustaría tratar de definir quiénes fuimos. En definitiva, Martínez quería saber qué habían sido. El problema es que esa cuestión no tiene respuesta clara, o al menos no había conseguido dar con ella en todo ese tiempo. Éramos, quizás, una suerte de complicidad, una vía de escape. Irónicamente, éramos un remedio contra esa nostalgia que ahora nos paraliza. Martínez se preguntó entonces qué habría sido él en realidad para ella, si un paréntesis, un pasatiempo o una tregua malentendida.
¿Piensas que eras algo de eso? Colão seguía preguntando. Me temo que sí, o al menos eso dio a entender, pero...
Martínez volvió a detenerse un segundo. ¿Pero qué...? Colão ayudaba a sacarlo con más facilidad. Pero creo que nos equivocamos, nos planteamos como un paréntesis, como una tregua al tiempo, como una vía de escape temporal. Quizás nos planteamos como eso, como un pasatiempo.Y si eso no es lo que erais, ¿Entonces qué? Martínez, qué erais. Ni un pasatiempo, ni un juego, ni una tregua, ni siquiera un remedio contra la nostalgia. Nosotros éramos lo que nos hace falta.

domingo, 31 de marzo de 2013

sueños en andrajos


Estaban entonces en el tren que les llevaba desde Sarajevo hasta Belgrado, el que había salido a las 13:00 desde la capital bosnia e iba recorriendo el paisaje hacia Serbia, montañas, casas, algún lago... La cuestión es que el paisaje estaba allí, pasando a su alrededor, casi para ellos dos solos. Apenas habían subido otros pasajeros al tren, y en todo el largo cuerpo de vagones se escuchaba el traqueteo solitario de las vías y poco más, algún tosido o murmullo humano perdido por los pasillos.
Él estaba tumbado sobre tres sitios libres que había en su compartimento, mientras que ella se encontraba sentada enfrente, mirando por la ventana el paisaje. Él leía en silencio La tregua de Benedetti, mientras que ella miraba por la ventana mientras acariciaba con nerviosismo el lomo de La casa y el ladrillo. Llevaba varios días rara, y sabía que él se había percatado de sobra sobre sus reacciones evasivas y su general tono distante. Y sin embargo no llegaba a preguntarle nunca qué demonios le pasaba aun cuando ella tampoco sabía bien si andaba acertada.
El diálogo empezaba a predecirse, y entonces él dejó de leer y apoyó el libro abierto bocabajo sobre su pecho (para no perder la página) y se quedó mirando al techo esperando las primeras palabras, como el centinela que espera el primer movimiento de tropas enemigas. Ella había preparado a sus soldados dejando a un lado el libro y juntando las manos en un extraño nudo de dedos nerviosos, disimulando tener un punto fijo al que mirar a través de la ventana (allá donde el paisaje no paraba de correr en dirección contraria).
Esta vida que llevamos no la entiendo, decía ella iniciando la batalla, no sabía cómo él era capaz de conducir la situación e inventarse nuevos viajes y destinos de huida sin ningún tipo de itinerario, sin ningún plan, decía que tenía miedo de los censores, los controles fronterizos, los revisores de documentos, los perros de la policía, los perros policía, los perros le daban un miedo mayor aún que el miedo que le daban los animales. Se comenzó a atorar mientras hablaba y terminó por cortarse a sí misma, como cuando se atropella con sus propios argumentos, cuando intentan salir todos a la vez.
Entonces él se quedó pensando un momento antes de responder, mientras la miraba directamente a los ojos, vidriosos y acuosos como cuando se está preparando a toda prisa la antesala del llanto y éste se ve llegar inevitable. Andás un poco confundida, le dijo él para tratar de tranquilizarla e iniciar el derrumbe controlado de sus incipientes sollozos, ellos van a andar persiguiéndonos allá donde vayamos, siempre andarán detrás de nuestro último café, nuestro último billete de tren, de metro. Siempre estarán a punto de tirar la puerta de nuestro último apartamento mientras que nosotros estaremos abriendo la puerta de otra ciudad u otro vagón. Ella dijo entonces que definitivamente no había esperanza, y que terminarían por encontrarles tarde o temprano.
"No entendiste, gurisa. Eso no lo sabés, la única certeza que tenemos es que les estamos ganando un par de pasos más, le llevamos dos días de ventaja. Y no es cierto que no tenga itinerario" se incorporó entonces y se fue a sentar a su lado, dejando a un lado La tregua (esta vez de tal manera que se cerró, porque no le importaba demasiado tener que buscar la página de nuevo) "te equivocás si pensás que no tengo un plan, un itinerario o una rutina, ya que se lleva repitiendo desde hace varios días la misma variable, que sos vos."

"estamos desarmados como sueños en andrajos" La casa y el ladrillo- Mario Benedetti

domingo, 24 de marzo de 2013

Presentes contra todo pronóstico


Y la marcha militar eclipsó los cafés, los diarios, la palabra. Empezaron por todas las emisoras, y después pretendieron todas las calles, los parques, las rutas, las escuelas y facultades... Ya lo fueron avisando días antes los fachos de Bahía Blanca, anunciando la llegada de los gorilas, los dinosaurios.
Y los cielos se llenaron de aves Cóndor, y las calles de Ford Falcon.
Iban anunciando la Operación Rastrillo contra el último territorio que les faltaba del Cono, el último y maltrecho pueblo por apuñalar.
Llegaron anunciando la reorganización nacional, de ideas, de personas. Y lo primero que hicieron fue reinstaurar la Pena capital.
Y entonces empezaron a desaparecer, silenciosamente, sin explicación. El estudiante, el obrero, el sindicalista, el afiliado, el pensante, el escritor, el guerrillero. Los resistentes, los inocentes y los que nada tenían que ver.
Y empezaron los susurros, las preguntas, las incógnitas, la congoja y el miedo. Los por qué...
Y comenzó la época de ir siempre documentado, de enterrar libros, de la barba corta (preferiblemente inexistente), de las intimidaciones en las aulas, de bajar la cabeza. Con la dignidad en llanto y la vida nublada.
Y los éxodos de madres y padres de mayo, a los hospitales primero, después a las comisarias, cuarteles, de penal en penal, faltos de respuestas ni contestaciones de las siluetas, de los viajes sólo de ida al cine, la panadería, el café, la cita, el instituto, la facultad. Y mientras surcan el Río de la Plata aviones negros en noches opacas, soltando la carga.
Los tiempos de las maletas de cartón y macutos de tela, de los vuelos intercontinentales, de refugiarse en las nubes suecas, lluvias inglesas, soles españoles, ríos franceses. A llorar la distancia y la injusticia venidas de afuera.

Y la dignidad intacta, de pueblo dañado, vapuleado por las finanzas de más arriba, de personas que saben reconstruir el futuro en los cimientos de su historia, por muy cruda y dura que sea. La dignidad intacta de los que saben dibujar un camino sin lapices ni papel, la valentía de los que tienen la memoria suficiente para seguir avanzando.

A los 30.000



lunes, 25 de febrero de 2013

Freedom


En días como hoy, que pasan por ser tachados del almanaque y pasar sin más, me pregunto, si de veras vale la pena tanto sufrimiento, tanto esfuerzo en balde por vencer a la calle, si vale la pena la lucha por mejorar, o por tratar de labrar el futuro que queremos los dos y los cientos de miles. Un día de esos, en que solo escupe la tarde palabras feas, noticias urgentes y ruido de sirenas. Un ambiente de suerte malsana, de una incertidumbre asesina, irreal e irónica.
En días como estos, me pregunto si el humor negro no nos estará matando en vez de hacernos más llevadero el paso de la edad, de la Historia, si en realidad justifica nuestra desazón ante las carreras frente a la policía, gorilas infames, si no será una eterna postergación de una libertad que será siempre sesgada y violenta.
Hoy es día de resaca, en la que noto el pesar de que nada cambie, y que vos sigás en tu cama o en tu casa, mientras que un servidor huye de los golpes entre gente asustada e inocente, que solo busca su futuro, que parece que les robaron en algún lugar del Paseo, con las pelotas de goma y las sombrías furgonas pasando fugaces con sus luces y estrepitosas sirenas, y un servidor solo piensa en qué estarás haciendo vos, y qué harías en esta situación de correr más rápido que la goma. Se me antoja altísimo el objetivo, y en días como hoy, malos en muchos sentidos, me pregunto dónde estas tú, que se suponía que ibas a acompañarme en esta Revolución fracasada de antemano. Y si jugarse el tipo por gritar, por sacar cuatro fotos o increparle a un autómata que es un asesino, un perro infame, condenado a caer sin perdón al cubo de basura de la Historia, si vale, si se trata de una suma o en realidad resta. Todo el futuro es un signo de interrogación y de exclamación que no se encuentran los puntos.

Y sin embargo, si miro a mi alrededor veo personas, conocidas y asustadas como yo, desconocidas y compañeras al mismo tiempo, veo a caras de toda la vida correr por los mismos motivos que yo.
La miseria, nuestra miseria sabe a cenas tristes y solitarias de lata de conserva y mate frío, de mantas rebosantes de preguntas, y de almohadas sin dormir, de barrio triste y ropa tendida en cuerda. A eso sabe cada vez con más fuerza el futuro, a trabajo insano, a muerte de vaivenes urbanos, a bloque gris.
Pero mientras corro junto a ustedes, amigos y familiares adoptados, noto una ligerita, una pequeña esperanza que se abre paso a golpes, con los puños cerrados y boqueando para seguir respirando, por seguir vivos con un último suspiro de vida, de libertad. Un golpe por seguir vivos. Pienso en todo lo que pasamos, y el sufrimiento vale la pena, porque es un pesar que sustentan mil almas dañadas de esperanza, un mundo que ríe por un ojo y llora por otro. 
Y pienso que el día que te vea a mi lado, quizás, todas estas dudas sean humo que se vaya con el viento, aún cuando te vea en un mundo libre, o dando con las costillas en los adoquines, contigo.



martes, 19 de febrero de 2013

19-2-13



Lo que pienso sin pensar,
ideas,
las letras de mis dedos
mudos.

Alejarme,
de estas ciudades grises,
de este ruido de sirenas.

Quiero cultivar el cielo,
árboles de vida
en las cumbres de las nubes.

Quiero desaparecerme en vos
leyendo tus ojos,
escribiendo tu piel,
saboreando tu vientre.

Tomando lo mío y lo tuyo,
rompiendo la lluvia
y dibujando nuestro mundo.

domingo, 17 de febrero de 2013

15-2-13

Desapareciste mis ojos,
en un Falcon, de noche,
llevándolos a cualquier lugar.

Y allá los dejaste
perdidos que no dañados,

dejándote llevar
por motivos ajenos,
arquetipos pasados.

Quizás fue fruto
de un repentino cataclismo,
un derrumbe
o un desborde de pasión,
de algún modo previsto.

Y así nomás,
te llevaste mi vista
y el buen tacto,

dolores sin daño,
heridos sin sangre,
perdidos de nada,
ciego de vos.



Ay del sueño,
si sobrevivo es ya borrándome
ya desconfiado y permanente
y tantas veces me hundo y sueño
muslo a tu muslo
boca a tu boca
nunca sabré quien sos.- Ay del sueño, Mario Benedetti


jueves, 14 de febrero de 2013

12-2-13


Qué fácil sería
que vinieras de improviso,
sin importar la razón
o el motivo.

Qué fácil sería,
si nos mirásemos
con verdad a los ojos,
pero aquí nadie mira.

Sigue teniendo la calle
ese estar sin nosotros,
ese tinte de tristeza
en las esquinas de la tarde.

Siguen los cafés,
cruelmente solitarios

con esta sequía de amor,
mientras el Mundo espera
que alguno se baje,

pero no te bajas,
pero no me bajo.

lunes, 11 de febrero de 2013

8-2-13



Mis sueños están 
impregnados de violencia,

si mi cuerpo no nota
entre las frazadas,
mis anhelos de piel
ni el alma de tus ganas.

Quizás fue culpa
de inútiles pretextos,
fútiles divagaciones,
que no supimos encontrar
el huequito reservado
de nuestro infierno florido.

Sos, quizás,
la mejor sorpresa,
el extraordinario golpe
de suerte extrema

de meses, el mejor
de los rostros diarios.

domingo, 27 de enero de 2013

Tus ojos son... me basta.

Llegas destilándote, las esencias propias de tu cuerpo menudo, mientras marcas aquello que miras con tus ojos. Dos almendras negras como el betún, capaces de cortar la realidad y entrar en las profundidades, capaz de conectar con lo más hondo.
Voy a hacerte un huequecito en algún lugar, algún sitio donde pueda echar toda mi pila de sentimientos tuyos, y es que menuda mirada, chica.
Dejaré que fluyan las fuerzas, los impulsos, que la realidad siga avanzando, que se recree y revuelva todo, nada sujeto a la racionalidad. Que mientras queden tus ojos, el brillo reflejado en la profundidad de tus pupilas, habrá un resquicio de luz, la esperanza suficiente rasgando el cielo sobre las palabras de los mil profetas del Fin.

                                                      

domingo, 6 de enero de 2013

Tregua y Rakjia



Iba a ponerme a escribir, a decir de nuevo lo mucho que te estimo y aprecio, pero he decidido ponerme a terminar el guión de un cortometraje. En él hay un par de enamorados que no se atreven a decirse que se quieren, y gracias a la magia del montaje podremos hacer que los espectadores entiendan, por medio de los pensamientos de cada uno, cuanto se aman, y cuanto se temen.

Después me voy a tomar un vasito de Rakjia, el licor serbio, y me voy a ir a leer unos días de La Tregua. 

Sé que cuando me haya cansado lo suficiente, diré buenas noches al Señor Santomé y a la chiquilla Avellaneda. Y me sumergiré a dormir.

Fin de acto. Y salud!





Brindo por las veces que perdimos
las mismas batallas.
Tengo tu sonrisa en un rincón,
de mi salvapantallas.- Salvapantallas- Jorge Drexler