domingo, 25 de septiembre de 2011

Reflexiones de la noche de las persianas bajadas

A veces, los clavos se sacan unos a otros sin quererlo, sin pensarlo y con el calor raudo de cuatro o cinco lágrimas traicioneras.

Hay veces que te desintoxicas de no verla, de no sentirla cerca y de perder de vista aquellos ojos. La opacidad de su recuerdo quita la ilusión y con la ilusión desaparecida, el olvido se abre paso para invitarte a tomar una caña en algún bar tranquilo, aburrido y de agridulces derrotados. Dejas de correr detrás de lo que buscabas y comienzas a otear otros destinos con un sucio y oxidado catalejo.

Pero, no dudes, que si por algún afortunado casual, vuelve a aparecer, no parecerá tanto el olvido, no sentirás ningún clavo en otro, que esas supuestas cuatro o cinco lágrimas se perdieron por estúpidas, parecerá poco el tiempo sin verla, y que aquellos ojos volverán a estar a la vista, el olvido enmudecerá y huirá desordenado, el detenerte no fue más que una parada en boxes para correr con más fuerza,

y te volverás a estremecer como siempre cuando vuelvas a ver los viejos puertos de destino

martes, 20 de septiembre de 2011

Misión para lo mínimo [0 difusión]

Lo mínimo sería encontrar lo que no soy capaz de ver. Que si mañana ardiera la Bastilla, y que si mañana tuviera que destrozar mi vida de alguna manera no estaría perdiendo el tiempo en estúpidas disculpas ni en consagraciones de lo ya sabido. Por suerte espero que gracias a ti, esta entrada sea la menos deseada y conocida de las que pueda haber, abriéndome nuevamente una puerta que yo creía cerrada desde hacía un tiempo demasiado grande e ilusorio.

Quizás los versos o las frases mejores se encuentran detrás de las palabras vanas e irreales emitidas por todos, quizás las frases más bonitas se encuentren escondidas entre los pedantes enunciados de "Los versos mas hermosos, más allá del colchón..." Aunque, en particular medida, no sea capaz de atrapar.

Que más decirte que no sea para darte las gracias, joder, que si no fuera por tu propio motivo no podría sentirme parte de algo que ha permanecido escondido. Nadie podría entenderlo ni nadie mirará ni entenderá como tú y yo, y eso es irremediable, por desgracia, ya me gustaría a mi hacer de estas letras algo vano y que pudiera venirse abajo sin más, pero no tendría absolutamente ningún sentido ni nada de INRI ni gracia.

Porque entre tus ojos de colores nublados se cuela todo lo necesario. Sin más, de una espalda impecable y una piel estremecedora.

Acción directa de último margen, ... homenaje de desesperado remiendo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

El peso de mis brazos en vuestros hombros (Elogio a la amistad)

Esto se podría escribir por obligación pero me parece, que, dadas las circunstancias, no será así.

Qué se os puede decir que no se os ocurra a vosotros mismos, compañeros viandantes de las avenidas de la muerte, a vosotros compañeros que sois capaces de divagar entre los humos y vapores de mi intoxicación, mis porteadores y sustentos de pie, tanto en las negras noches de desenfreno como en los días corrientes, aquí y en todas partes.

Qué os voy a decir que no hayais visto ya, entre las penumbras de mi ser y mis entrañas, entre los tambaleos ausentes de mi dignidad y amor dañados, magullados por algún que otro golpecito, que de la costumbre ya se cansaron de querer tumbar, y solo molestan un poco.
Y que en el alcohol se ahogan algunas cosas lo sabemos todos, pero no os engañéis, son solo juegos de niños, se reviven y se terminan por olvidar un rato, minutos pérdidos en la vida. Se olvida además, pírricamente, venciendo un tiempo a costa de perderlo todo, se olvida lo imposible, pero también lo que se ama (En muchos casos, tristes, siendo lo primero y lo segundo lo mismo), lo que se siente y todo, se olvida la vida entera.

Con los colegas de la vida, hombres y mujeres, no sé si por igual, pero desde luego todos como Dios manda, con todos ellos reflejados en estas lineas, que pecan de convencionales, pero también de obligada escritura, porque sentirse desfallecer y notar que hay algunos corazones que te hacen de colchón, eso no tiene o no debería tener ningún nada con lo que compararse

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Venus también lloraba

El amor es inexacto, cínico. Se basa en sucesivas dosis de pasión y desenfreno que pueden ir a pares o solitarias cual hidalgo, cabalgando su viaje por los paisajes de un pasado, y una ausencia presente, que desgarra los corazones de los hombres y las mujeres por igual.
El amor crea con su ausencia una estúpida divinificación, mentida entre el cristal ahumado de sentimientos secuestrados, en un zulo o directamente reprimidas y encerradas en un calabozo, junto con las verdades incómodas que no se quieren aceptar, o que se preferiría mantener bajo control aún sabiendo que, como cualquier orden establecido, no se puede mantener por siempre. Y allí permanecen, irreductibles, esperando con ansia el día del indulto y la liberación, el día en que puedan andar libres, sin miedo a ser vistas, los días de victoria y derrota.
El recuerdo, ya lejano y añejo de los ratos y momentos comunes, desaparecen de golpe en su presente, pero dejando siempre las cenizas de su rastro por todos lados, ensuciando y haciendo recordar lo que se sabe ya de sobra.Se pueden tapar, vetar, ocultar... pero siempre queda algo, si se tapa con una manta quedará la manta, si se veta, quedará el remordimiento en la concienci,a y ocultarlo dándole la espalda simplemente no vale de nada.
Supongo que Eso es eso que se siente cuando notas que una persona importa, y que si desapareciera, buena parte del sentido cotidiano de paseosofáysonrisa se iría con ella.

Y todos nos seguimos empeñando en su búsqueda, por mucho que Fortuna nos avise de que Venus también llora, y que sus lágrimas son tan ardientes que parece que es Vulcano el encargado de empujarlas.

jueves, 8 de septiembre de 2011

What have I become, my sweetest friend?

Ayer me sumergí, entre estertores,
en las aguas
sobre las que normalmente sólo navego.

Até corto el olvido
y sentí solo la desazón
matutina y posterior,
desmaterializando mi conciencia
con alteradas pasiones y vicios comunes,
con la locura al ras de la lengua
y los ojos rojos y salados.

Porque, aún al trasluz de las cortinas
y la penumbra de las persianas mal bajadas,
pude ver por mi cuarto las verdades correr,
desenfrenadas y liberadas, quizás,
en el momento inexacto.

Decidí,
que mandar los temores al carajo era lo mejor,
estrellado contra un muro de hormigón,
con la furia y la alegría
de la cierta incertidumbre,
la incertidumbre del día siguiente,
la incertidumbre de las vergüenzas más allá de las gargantas.

Sin pensar antes ni ahora en el irrisorio perdón, disculpando todas las verdades necesarias.

Indignado a tí,
a tus ojos
y a tus nombres y cargos,
sujetos con alfileres
por los cantos dibujados
de las yemas de mis dedos.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El atolladero

“Quizás el problema no se más que mi propio engaño”, volvió a pensar para sí mismo mientras redirigía la mirada de vuelta hacia la página en blanco, justo antes de que ella terminara de beber y le mirara buscando su mirada y su sonrisa complaciente. “Nunca se sabe hasta que punto es demasiado bueno dejarse llevar”. Se encontraba preso dentro de un laberinto que él mismo había construido tabique a tabique, tenía el mapa de salida, sabía exactamente que pasos debía seguir para salir de su atolladero, pero eso suponía demasiado sacrificio, y ahí era donde se varaba, en el horrible sacrificio de algo que complace y que convendría eliminar, aunque sonara horrible y, de hecho, lo fuera. Era elegir entre el amor propio o el amor ajeno, y entre medio de las dos la felicidad. La puta felicidad.

martes, 6 de septiembre de 2011

(Novela sin Título II (Nuevo proyecto))

Y no paraba de hablar, no paraba de enunciar una y otra vez diferentes enunciados, uniéndolos y formando su monólogo con un discurso estridente, cargado de fricciones, de un perfecto lenguaje y una gesticulación grande, se enciende un cigarrillo, habla,se detiene, da dos caladas, suelta el humo hacia mis punteras y al suelo que comparten nuestros pies, y continúa hipnotizándome. Yo respondo apenas con algún monosílabo, tratando de encajar mis síes y noes, entre los espacios que deja para dejar de hablar, fumar o asentir mientras absorbe el humo.

Entonces es cuando empiezo a desconectar y me centro en su iris y su ojo, en la tímida sonrisa imposible de reprimir que se me dibuja al clavarme a ella, concentrándome en los dos minúsculos puntos de noche que se dibujan en su rostro.

Todo comienza a ralentizarse, incluso parece que habla menos, o algo más lento, como si los minutos corrieran con pereza por mi reloj digital del móvil, ya de por sí retrasado seis minutos. Te miro sin hablar, no respiro, no siento el viento, no siento ni mi piel sobre mis músculos y huesos, solo siento tus ojos y todo lo que allí se me da cita.

Algún ente extraño, una especie de reluciente brillo en su expresión y rostro, en la comisura de sus labios, que con dificultad pueden ocultar los dientes, como si sonriera, como si transmitiera su actual sentimiento de plenitud a través de esos labios arqueados y esas comisuras alegres.

Se trata básicamente de un barranco, una pared, algo vertical, de lo que me despeño y caigo, deslizándome e introduciéndome en su acuosa pared, en su pozo sin fondo de extrañezas y terrenos baldíos y desconocidos aún.

Se te esquivan los ojos y hasta parece que sonríes tras tu vida, tras tus palabras, e incluso tras de mí.