domingo, 24 de marzo de 2013

Presentes contra todo pronóstico


Y la marcha militar eclipsó los cafés, los diarios, la palabra. Empezaron por todas las emisoras, y después pretendieron todas las calles, los parques, las rutas, las escuelas y facultades... Ya lo fueron avisando días antes los fachos de Bahía Blanca, anunciando la llegada de los gorilas, los dinosaurios.
Y los cielos se llenaron de aves Cóndor, y las calles de Ford Falcon.
Iban anunciando la Operación Rastrillo contra el último territorio que les faltaba del Cono, el último y maltrecho pueblo por apuñalar.
Llegaron anunciando la reorganización nacional, de ideas, de personas. Y lo primero que hicieron fue reinstaurar la Pena capital.
Y entonces empezaron a desaparecer, silenciosamente, sin explicación. El estudiante, el obrero, el sindicalista, el afiliado, el pensante, el escritor, el guerrillero. Los resistentes, los inocentes y los que nada tenían que ver.
Y empezaron los susurros, las preguntas, las incógnitas, la congoja y el miedo. Los por qué...
Y comenzó la época de ir siempre documentado, de enterrar libros, de la barba corta (preferiblemente inexistente), de las intimidaciones en las aulas, de bajar la cabeza. Con la dignidad en llanto y la vida nublada.
Y los éxodos de madres y padres de mayo, a los hospitales primero, después a las comisarias, cuarteles, de penal en penal, faltos de respuestas ni contestaciones de las siluetas, de los viajes sólo de ida al cine, la panadería, el café, la cita, el instituto, la facultad. Y mientras surcan el Río de la Plata aviones negros en noches opacas, soltando la carga.
Los tiempos de las maletas de cartón y macutos de tela, de los vuelos intercontinentales, de refugiarse en las nubes suecas, lluvias inglesas, soles españoles, ríos franceses. A llorar la distancia y la injusticia venidas de afuera.

Y la dignidad intacta, de pueblo dañado, vapuleado por las finanzas de más arriba, de personas que saben reconstruir el futuro en los cimientos de su historia, por muy cruda y dura que sea. La dignidad intacta de los que saben dibujar un camino sin lapices ni papel, la valentía de los que tienen la memoria suficiente para seguir avanzando.

A los 30.000



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