miércoles, 16 de noviembre de 2011

Niveles de alarma

Quizás es mejor no tratar de pararse ante el carro de combate. Quizás sea mejor permanecer impasible a la espera de la mejor ocasión.

Se debe entender que parchear no es curar, y me parece a mí que lo podemos entender fácilmente si miramos un poco hacia atrás. Nunca lo pensamos, pero hace ya tiempo que se decretó en esta situación el estado de emergencia. Nos aprestamos a intentar solucionar las cosas, pero está claro que llegamos tarde, y en este caso "todos los recursos" eran tres palabras completamente insuficientes.

Nos miramos los dos en su día prometiéndonos viajes, aventuras y felicidades. Sin embargo, ya pasado ese momento, asistimos al derrumbe de nuestro castillo de sillarejo sobre bases de naipes. Nos aferramos a nuestros ideales, los que teníamos antes de nosotros, con el miedo, quizás o no, a que si avanzáramos demasiado, las cosas pudieran llegar a funcionar.

Cuando se cimenta una idea vital la hacemos crecer, construimos un ideal propio, un sueño, un proyecto, una carrera hacia el fin que nos encumbre de alguna manera en nuestro propio sueño. Sin embargo, hay veces que cimentamos una idea equivocada, errónea, y de tanto que hemos estado construyendo sobre ella, decidimos seguir ascendiendo sin escucharnos lo que nos decimos.

Será cobardía, resignación o pasotismo, pero ahora solo queda ruido de hélices. El Estado de emergencia ha sido sustituido por la evacuación desordenada, con sus desertores de Saigón y su DEFCON 2 por misiles que podrían dispararse sin que nadie lo quisiera, desde lanzaderas que jamás pensamos que nos apuntarían sin ningún tipo de miramiento.

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