En días como hoy, que pasan por ser tachados del almanaque y pasar sin más, me pregunto, si de veras vale la pena tanto sufrimiento, tanto esfuerzo en balde por vencer a la calle, si vale la pena la lucha por mejorar, o por tratar de labrar el futuro que queremos los dos y los cientos de miles. Un día de esos, en que solo escupe la tarde palabras feas, noticias urgentes y ruido de sirenas. Un ambiente de suerte malsana, de una incertidumbre asesina, irreal e irónica.
En días como estos, me pregunto si el humor negro no nos estará matando en vez de hacernos más llevadero el paso de la edad, de la Historia, si en realidad justifica nuestra desazón ante las carreras frente a la policía, gorilas infames, si no será una eterna postergación de una libertad que será siempre sesgada y violenta.
Y sin embargo, si miro a mi alrededor veo personas, conocidas y asustadas como yo, desconocidas y compañeras al mismo tiempo, veo a caras de toda la vida correr por los mismos motivos que yo.
La miseria, nuestra miseria sabe a cenas tristes y solitarias de lata de conserva y mate frío, de mantas rebosantes de preguntas, y de almohadas sin dormir, de barrio triste y ropa tendida en cuerda. A eso sabe cada vez con más fuerza el futuro, a trabajo insano, a muerte de vaivenes urbanos, a bloque gris.
La miseria, nuestra miseria sabe a cenas tristes y solitarias de lata de conserva y mate frío, de mantas rebosantes de preguntas, y de almohadas sin dormir, de barrio triste y ropa tendida en cuerda. A eso sabe cada vez con más fuerza el futuro, a trabajo insano, a muerte de vaivenes urbanos, a bloque gris.
Pero mientras corro junto a ustedes, amigos y familiares adoptados, noto una ligerita, una pequeña esperanza que se abre paso a golpes, con los puños cerrados y boqueando para seguir respirando, por seguir vivos con un último suspiro de vida, de libertad. Un golpe por seguir vivos. Pienso en todo lo que pasamos, y el sufrimiento vale la pena, porque es un pesar que sustentan mil almas dañadas de esperanza, un mundo que ríe por un ojo y llora por otro.
Y pienso que el día que te vea a mi lado, quizás, todas estas dudas sean humo que se vaya con el viento, aún cuando te vea en un mundo libre, o dando con las costillas en los adoquines, contigo.