viernes, 26 de abril de 2013

Sostiene Martínez



Martínez empezó entonces a contar poco a poco la historia que vivió con ella.
La conoció un septiembre, o al menos parece que la vio por primera vez, dice que no recuerda muy bien el momento exacto en que la vio. En aquel momento se encontraba leyendo Sostiene Pereira, de Tabucchi, con un vientillo fresco que venía anunciando el otoño, y que a Martínez le encanta, sostiene.
Le quedaban apenas 15 páginas para terminar la historia de Pereira, amargo personaje. Martínez admite con un tonillo con algo de complicidad que aquel día llamó al trabajo para notificar un falso dolor de cabeza que no le dejaría cumplir con su dura labor de taquillero en el cine, aunque no recuerda bien si seguía trabajando en el cine, o si ya le habían respondido de la librería. La cuestión es, que al final me voy por las ramas, sigue contando, que aquella mañana, después de llamar, cogió un puñado de escudos y salió de casa. Y se fue directo al mirador de Santa Catalina, compró un litro de cerveza, y se sentó a mirar como pasaba la gente y el Tajo. Recuerda bien que tuvo que volver a casa, porque el litro de cerveza se derramó y tuvo que buscar algo más de dinero.
Fue cuando volvió que la vio, aunque solo le había llamado la atención su abrigo azul marino, ya que se encontraba mirando hacia el Tajo, en el límite del mirador, por lo que Martínez no pudo verla de frente aún.
Pero a ver, Martínez, interrumpe Colao, entonces ¿Por qué te fijaste en ella y no en cualquier otra?
Pues es que eso, amigo, no se puede definir así como así. Hay gente, personas, que suelen definir sus cánones, sus gustos, sus "preferencias", unos prejuicios vaya. A unos les gustan las rubias, a otros las morenas, y así sucesivamente hasta el infinito. A mí me gustan las mujeres que pasan y te despiertan algo, te encienden por dentro, que con una mirada parecen haberte disparado directamente al pecho, y después todo va creciendo por pura inercia.
Por eso te digo, Colao, que no es cuestión de cabellos, pieles o tamaños varios. Es cuestión de que vengan y de golpe revuelvan con sus ojos todo tu statu quo. Es cuestión de que te renueve por dentro, de que te mate, y no.
Al menos eso pienso yo, Sostiene.

[continuará]

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