lunes, 10 de diciembre de 2012

"No sabes nada, ..."

Me voy a volver a sentar, porque total, aún quedan cerca de treinta minutos para la próxima evaluación.
La cafetería de la estación de autobuses no es triste, tiene un cierto ambiente nostálgico, y otorga una melancolía extraña hacia un pasado de gloria o vete tú a saber.
Creo que fue exactamente aquí, sí, fue justo aquí. Más allá se sentaban la pareja de viejos  el uno al lado del otro, dándose la mano tiernamente mientras removían el café y veían ese documental de minerales cristalizados con narradores soporíferos. Algo más acá se sentaba un matrimonio mayor, con un hijo que debía rondar la veintena, y algo más allá, al lado de la salida, se sentaba siempre un viejo solo, un hombre de aspecto taciturno y mucho más nostálgico que el resto, más melancólico que la cafetería en sí misma.
Pero fue en esa mesa, donde se sienta nuestro personaje, donde se le dio punto y final a una historia que podría estar a la mitad. Aquel día acababa de leer ese tomo de la saga de ficción épica que tanto le gustaba y maldecía, con algo de lástima, por la historia de amor truncado del joven bastardo.
-Así nos salvaremos el uno al otro, nos conservaremos- decía ella quedamente, como con miedo a que alguien los escuchara.
El personaje no entendía muy bien nada, no había ni siquiera que decir aquellas cosas, no había que finiquitar nada, se suponía que no había que frenar nada, ahí estaba el tema, no pensar, no sentir más que con el cuerpo, y la cabeza para lo justo. Él no entendía bien qué iban a conservar si se quitaban las esquinas básicas, si se quitaban algo de una X que ni siquiera se despejaba.
"Corre, corre, Corazón..." empezaba a sonar en la radio, una triste y comercial balada mexicana (y que conste que lo dijo el locutor, nada que ver con nuestros personajes), y lo repetía una y otra vez.
Acordaron recortarse, sin acritud ni asperezas, se gustaban y, en cierto modo, se complementaban en tristezas y alegrías. Los personajes podrían haberse explorado más profundamente, si hubieran querido dar pie a más mañanas de sábanas entre pieles, o como sea el orden sábana-piel piel-sábana.
Algo incrédulo se quedó el personaje, y sin embargo y con una triste sorpresa, cuando ella ya se había marchado, se dio cuenta de que empezaba a darle un poco igual, no solo ella, sino un poco todo, a la mierda.

Y en su cabeza solo resonaban las palabras que una triste personaje, que marcó con su repentina aparición y desaparición la vida de otro triste personaje, todo sacado de "la novela río más espectacular jamás escrita" (según numerosas revistas de crítica literaria y semanarios culturales): "No entiendes nada, Jon Nieve". El personaje no entendía, no comprendía si alguno de los dos acababa ganando algo, ni quién fue el que abandonó, ni si lo hizo antes de tiempo, ni quién coño es el muerto, el perdedor.

[...]
le prometí el cielo
y nos quedamos en las nubes
y yo perdido en tu paraíso de lunares
entre tus círculos[...]- Lejos del Cielo, Suite Soprano & Cheb Rubën

1 comentario:

  1. Siempre he pensado también que hay algo de dulce en la sordidez y nostalgia de las cafeterías de estaciones de autobuses.
    Un saludo

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